POR: Azalea Robles

Las contradicciones entre acumulación de capital y supervivencia de la humanidad y del planeta alcanzan niveles ostensiblemente críticos, el complejo militaro-industrial implementa cada vez más guerras para seguir su crecimiento perverso. En este contexto aparece como un imperativo ético y político el análisis medular de las guerras: no podemos ya contentarnos con las explicaciones postizas y seudo antropológicas de “guerras tribales” o de “no hay cultura de paz en esos pueblos”: pronunciamientos cuya naturaleza distila colonialismo y constituye la argucia para evitar ir al centro del problema. Evidentemente hay plétora de seudo estudios e instituciones que difunden, algunos más sutilmente que otros, esas premisas cosméticas. Aquellos que tienen un altísimo interés en impedir la comprensión de la realidad, y por consiguiente la posibilidad concreta de transformación de la misma, financian estos tanques de pensamiento.
1. ‘Cultura de Aceptación del Saqueo’ disfrazada de ‘Cultura de Paz’
Sería digna de aguaceros de risas en una representación de teatro grotesco, la existencia de “Estudios de Preservación del Medio Ambiente”, financiados por la industria farmacéutica o petrolera, o bien la existencia de “Cátedras de Cultura de Paz” cuya línea se dedica a esquivar el análisis de la raíz de la guerra. Cátedras impartidas en Europa o EEUU, en países en los que radican las principales empresas fabricantes de armas, y las depredadoras energéticas: unas cátedras que se centran en “enseñarles” a becados provenientes de países como el Congo, Afganistán, Colombia, etc, la manera de ser más “pacíficos”, de “resolver los conflictos desde la civilidad” y de “desarrollar una cultura de paz”, obviando olímpicamente que la guerra y la paz tienen raíces económicas y se desarrollan en contextos de desigualdad social, y no son meros asuntos de Cultura. Así los países que dedican millonarios presupuestos en guerras imperialistas y cuya supremacía mundial radica en una historia de prácticas colonialistas y genocidas, muy lejanas de la Cultura de Paz que pregonan de fachada, imparten cátedras de asimilación mental a la cultura de la aceptación del saqueo más desmedido, a la vez que ‘bombardean humanitariamente’ en su relance colonial. Así los becarios de países que sufren la voracidad capitalista de las guerras por el saqueo de los recursos, son adiestrados en la retórica que sirve para perder de vista el núcleo del problema; es el zorro enseñándoles a las gallinas con qué salsa deben ser comidas.
Los apelativos “guerras tribales” y demás expresiones consagradas en el campo semántico destinado a prolongar el estatus quo, encubren guerras por la acumulación de recursos, guerras fomentadas con fines geopolíticos y económicos claramente definidos por los verdaderos ‘Señores de la guerra’ que son los fabricantes de armas, los mercaderes de la energía, de la alimentación industrial, y las multinacionales de químicos, todos motores de la maquinaria depredadora del planeta.
Los países concebidos en la lógica global capitalista como ‘bodegas de recursos’, cada día sufrirán de manera más cruenta la violencia del saqueo y su correlativo empobrecimiento, que a la vez causa éxodos masivos. Hay una carrera del gran capital por hacerse cada día con más recursos planetarios.
El estudio del caso colombiano arroja luces indeclinables sobre la realidad mundial: es una muestra en quintaesencia del capitalismo. Por esta razón hay un constante esfuerzo mediático en tergiversar la realidad colombiana, en invisibilizarla e impedir la comprensión de una realidad que es una radiografía de las mestástasis más atroces del sistema capitalista. La resistencia del pueblo colombiano es asimismo tergiversada e invisibilizada en ese esfuerzo constante de los monopolios de difusión de implementar la guerra mediática contra la comprensión de la realidad, haciéndo ver a las resistencias populares como “terrorismo”. El estudio a las fuentes de los sujetos históricos y sociales deviene una verdadera hazaña en medio del amedrentamiento contra la investigación social y el pensamiento crítico: no obstante su peligrosidad, ese estudio es indispensable.
2. Acumulación capitalista y Terrorismo de Estado en Colombia
En la realidad colombiana se plasma el despojo y reacomodo territorial destinado a escala planetaria a todas las zonas que presenten un interés económico; una lógica capitalista que no admite escrúpulos y constituye un ecocidio doblado de un genocidio. En Colombia son acicateadas las estrategias del Terror correlativas al saqueo capitalista. Estas son también exportadas como método de control social, sabotaje, exterminio de la reivindicación y contrainsurgencia a países de la región (México, Honduras, Venezuela, etc).
Las cifras del Terrorismo de Estado en Colombia son elocuentes: según un reciente informe, un total de 19 defensores de derechos humanos fueron asesinados en Colombia durante el primer trimestre de 2015, y otros 276 fueron agredidos [1]. Otro informe documenta que Colombia es el segundo país líder en el asesinato de ambientalistas en el mundo, con 25 asesinados en el 2014 [2] . El 80% de las violaciones a los derechos humanos y el 87% de los desplazamientos poblacionales han ocurrido en regiones donde las multinacionales operan la explotación minera. El 78% de los atentados contra sindicalistas fueron contra aquellos que trabajan en el área minero-energética [3].

El Terrorismo de Estado se expresa también en: 9.500 presos políticos [6]; la eliminación física de un partido político: La Unión Patriótica (5.000 personas asesinadas por las herramientas paramilitares y oficiales del Estado)[7]. El exterminio contra la oposición política es tal que:“En Colombia se cometen el 60% de los asesinatos de sindicalistas que se presentan en todo el mundo, por una violencia histórica, estructural, sistemática y selectiva que se convirtió en pauta de comportamiento del Estado colombiano”, según denuncia la CUT [8]. El Tribunal Sindical Mundial condenó al Estado colombiano: “por ser responsable de los hechos sistemáticos de violación del principio de libertad sindical, en calidad de autor directo, coautor, cómplice o encubridor de homicidios, lesiones, torturas, privaciones ilegítimas de la libertad, atentados(…)”[9].

La mayor fosa común de Latinoamérica fue hallada detrás del batallón militar en la Macarena, con 2000 cadáveres de desaparecidos por la Fuerza Omega del Plan Colombia, fuerza que tiene estrecha ‘asesoría’ estadounidense [15].
3. Planificación de los Crímenes de Estado en el marco de la lógica de “disuadir la reivindicación mediante el terror”
Hay una lógica en el Terrorismo de Estado: y es que a mayor tortura y degradación de las víctimas, mayor alcance del “mensaje disuasivo” en las comunidades. La estrategia de la disuasión mediante el terror está teorizada en los manuales del ejército: se concibe a la población como “el enemigo interno”, y se preconiza claramente el empleo de una herramienta paramilitar para realizar las masacres y torturas. El paramilitarismo fue preconizado para Colombia desde la misión estadounidense Yarborough [16], y reiteradamente apuntalado hasta nuestros días. La herramienta paramilitar es adiestrada para torturar, y entrenada por (de)formadores de EEUU e Israel, como el mercenario Yair Klein [17]. Se trata de perpetrar Crímenes de Estado como el crimen contra la niña Alida Teresa Arzuaga, de 9 años, violada y asesinada para torturar a su padre (preso político), a la par que inyectar miedo en la oposición política[18]; o como la masacre de la familia del militante comunista y de la UP Julián Vélez, cuyo hijo fue torturado y castrado [19].

Otro crimen de Estado que evidencia de manera flagrante esta planificación del terror, es aquel cometido por militares y paramilitares contra la comunidad del Cacarica, cuando “jugaron fútbol con la cabeza” del líder campesino afrodescendiente Marino López. La Operación Militar ‘Génesis’ consistió en aterrorizar a la comunidad para forzarla a un masivo desplazamiento poblacional: “Los paramiltares y también militares rodearon todo el caserío. Nos juntaron a todos (…) Dos de los doce militares tomaron a Marino(…) Lo insultan, lo golpean. Uno de los criminales coge un machete y lo corta en el cuerpo, Marino intenta huir, se arroja al río, pero los paramilitares lo amenazan, ‘si huye, le va peor’. Marino regresa, extiende su brazo izquierdo para salir del agua. Uno de los paramilitares le mocha la cabeza con la macheta. Luego le cortan los brazos en dos, las dos piernas… Y empiezan a jugar fútbol con su cabeza. Todas y todos lo vimos. Todo fue terror.”[21]. Los habitantes denunciaron el accionar de la Brigada XVII. Varios paramilitares del bloque Elmer Cárdenas, al mando de Freddy Rendón, alias “El Alemán”, señalan al General Rito Alejo del Río como uno de los máximos responsables: “Se trató de una operación conjunta” relataron ante el Fiscal de Justicia y Paz [22].
La lista de crímenes de Lesa Humanidad perpetrados de manera sistemática por el Estado colombiano contra la población, en el marco de una planificada estrategia del terror y desposesión, sería interminable. El Estado colombiano y su mentor estadounidense pretenden continuar viabilizando el saqueo de los recursos aterrorizando a la población cuya reivindicación entra en conflicto con la depredación capitalista. Se pretende eliminar toda oposición, sea esta armada o no.

Marinelly expresa la correlación entre el saqueo de los recursos y las masacres perpetradas por el ejército y la herramienta paramilitar contra la población de las zonas codiciadas por el gran capital. Aquí se refiere a la masacre del Río Nare: “El Capitán Martínez con sus tropas ingresaron a unas minas de oro donde se encontraban los campesinos sacando el mineral: un día antes, lanzaron panfletos diciéndoles que desalojaran, y al otro día entraron con motosierras y hachas: amarraron a los trabajadores en cadena… los iban soltando de uno en uno, sin asesinarlos, les quitaban los brazos, las piernas y luego de cada persona recogían un solo brazo, una sola pierna, hacían un montón y lo tiraban al río y otros a los huecos de las minas y otros los dejaban para que las aves se los comieran” [ Ibíd. ]. Marinelly, de una familia campesina, vivió en carne propia las agresiones del ejército colombiano contra el campesinado; fue testigo de múltiples asesinatos de amigos y familiares, cuyos cuerpos fueron abandonados torturados y desmembrados: “parte de la guerra sucia y psicológica que implementan para asustar a los luchadores populares”. La presa política explica que las violaciones del Estado colombiano la empujaron a la insurgencia, como su: “única forma de preservar la vida, luchar por ella y reclamar nuestros derechos”, y evitar “terminar masacrada, torturada o discapacitada por ser ejemplarizada como quedan muchos campesinos, o terminar siendo desplazada y viviendo de las limosnas en las ciudades”[Ibíd. ].
La combinación del saqueo de los recursos y el Terror de Estado ejercido contra quiénes se oponen al saqueo, explica la existencia de las insurgencias colombianas, como única salida que encuentra una población sometida al despojo y a la represión más descarnada frente a sus reivindicaciones. Esta es una comprensión indispensable para quiénes deseamos la paz en Colombia. La paz significa justicia social, cese de la entrega del país en concesiones a multinacionales, reforma agraria, soberanía alimentaria, y cese del Terror de Estado que hoy facilita la acumulación capitalista en desmedro de las mayorías empobrecidas. Los problemas deben ser resueltos desde sus causas, no desde sus consecuencias.
4. ¿ Denunciaremos los crímenes resultado de una planificación Estatal, o vamos a seguir promoviendo la confusión?

5. Ofensiva contra la comprensión de la realidad: Estrategia de la Confusión
La Estrategia de la Confusión es implementada hasta la saciedad por el aparato mediático: por ejemplo el redactar notas sobre crímenes en los que se conoce perfectamente que la autoría es paramilitar, pero poner “asesinado por grupos armados”: esto con la clara intención de exculpar a la herramienta paramilitar que le sirve al poder económico, y de buscar endilgarle a la resistencia popular parte de los crímenes perpetrados por la estrategia paramilitar.
El léxico “grupos armados” o “actores armados” es un léxico de la confusión, dado que grupos armados son tanto los paramilitares, como el ejército, como las insurgencias; por lo tanto no hay nada más aberrante que conocer que los victimarios son parte de una Estrategia represiva Estatal y paraestatal, articulada al poder multinacional, y optar por tejer el discurso de la confusión. Esta mediatización es indignante, y constituye una doble victimización de las comunidades que denuncian a los responsables, y que sin embargo ven ignoradas sus voces en las notas mediáticas, de manera a que la herramienta paramilitar-militar del terror no solamente haya cometido las atrocidades, sino que los medios no señalen su responsabilidad, amparándola así de la impunidad que la perpetúa.

El paramilitarismo es una herramienta al servicio del Gran capital que actúa con la plena coordinación del ejército colombiano; pero los medios trabajan para ocultar la vinculación de esta herramienta con los que la crean y emplean. Lamentablemente este trabajo sistemático de los medios logra colonizar a parte importante de la población, dejando incluso huellas residuales que sorprende encontrar en las mentes de las mismas víctimas. El bombardeo mediático es una ofensiva sin tregua contra la capacidad de comprensión de la realidad, y por lo tanto, contra la posibilidad de acción efectiva sobre la misma.
Por ello es importante desenmascarar esa planificada manipulación semántica diseñada por los tanques de pensamiento. Esta manipulación es también inyectada en el discurso de las ONG a través del condicionamiento que imponen los financistas, logrando paulatinamente que en el campo popular se introduzca un entramado semántico que obstaculiza la capacidad de comprensión de la realidad. Hay una planificación del terror para facilitar la acumulación capitalista en manos de multinacionales y latifundio; frente al genocidio no cabe más caer en el borroneo de las causas del drama colombiano, ni jugar a la confusión, ni adoptar el léxico impuesto por los tanques de pensamiento de la USAID.
Bibliografia y fuente: http://www.globalresearch.ca/colombia-la-planificacion-del-terror-estatal-y-la-estrategia-de-confundir/5447994